A veces sentimos que hay una conspiración de nuestro entorno para robarnos la energía, y eso, lo admito, en mi caso me resta la paz para saborear el momento. Es que a veces sentimos que luego de nuestro baño matutino, y de salir a nuestras actividades diarias, ya no hay piedad que quede en los otros con quienes tenemos encuentros ocasionales. Ya sean desconocidos o incluso conocidos. La vida parece un laberinto dónde nos quedamos encerrados en el interior de nosotros mismos y pareciera que la llave está en el exterior.

Entonces se produce una negación de nuestra bondad original, y se manifiesta esencialmente en la forma en que comienzo a reaccionar frente a los demás. Olvidamos que somos seres espirituales, porque nos cuesta ver en los demás que ellos también lo son. Y no vamos a echarnos toda la culpa, los demás a veces nos hacen difícil que encontremos en el interior de sus corazones aunque sea una pizca de espiritualidad.
Pero esto en definitiva solo nos aleja de nuestra entidad cómo seres espirituales, es decir, almas. Comenzamos a tomar contacto con las acciones que los demás realizan, desde la carencia, y en estas circunstancias, vemos las debilidades de los demás. Entonces nuestras interacciones con ellos nos descorazonan, y nuestro estado cae, y en última instancia viene el sufrimiento producto del apego a nuestras viejas formas de pensar impulsadas por la conciencia del cuerpo.
Se nos hace imperativo, desapegarnos de la visión limitada de nuestras posibilidades, producto de identificarnos con lo exterior, con lo físico. Necesitamos volver la visión hacia el interior, hacia lo más profundo de nuestro ser. Allí dónde está el núcleo puro y eterno de virtudes y poderes espirituales. Allí dónde solo existe paz y silencio. Dónde nuestra cara se refleja en el espejo del corazón, pura, inmaculada, cómo la de un niño.
Para esto nos puede ser también esencial, la meditación, una meditación que paulatinamente nos lleve a identificarnos con quienes somos originalmente. Un proceso que no es instantaneo, pero que paulatinamente nos lleva a soltar lo viejo y nos conecta con la paz y bondad originales de nuestra alma, o sea de nosotros mismos.
Por otro lado se hace muy útil y esperable, y diría yo, indispensable; la humildad, para ir aceptando de a poco entre meditación y un período de acciones, que no somos esos rasgos de personalidad perjudiciales que nos impiden sentirnos leves y en paz. Con cada debilidad que suelte, mi intelecto desata nudos de conciencia del cuerpo y solo queda luz y levedad en nuestro interior. Y eso nos permite volar, cómo ángeles. Requiere mucho esfuerzo espiritual, pero es el único esfuerzo que me garantiza que ya no tendré que vivir mi vida como si fuera un esfuerzo.
Hemos sido "soldados" de muchas causas en nuestra vida, desde la política hasta la religión. Seamos ahora "soldados" de Dios. Recordémosle a nuestros hermanos, que somos docenas, y cientos de almas que estamos volviendo a nuestro Hogar, por soltar los nudos de nuestro intelecto que nos atan a este viejo mundo que ya casi no tiene nada para darnos. Usemos lo poquito que nos ofrece el mundo, cómo una ofrenda a Dios Padre. Entreguemos a Él lo que tenemos que tiene el valor de unas poquitas pajas, al fuego sacrificial del conocimiento de nuestro ser cómo almas y una visión llena de sentido que nos brinda la espiritualidad a cosas que aparentemente no tienen sentido.
En este Blog encontrarás mucho conocimiento acerca de la meditación y la espiritualidad para el alma.
A continuación un video de meditación para soltar las viejas cargas del pasado que no nos dejan volar hacia El Padre.