La meditación no busca cambiar solamente el exterior, no es mera cosmética espiritual, sino que desde el interior profundo, desde las raíces comienza la semilla de nuestra meditación a dar sus frutos con la práctica.

Para aprender a meditar no hay que abandonar los estudios, o el trabajo y la familia, y mucho menos ir a vivir a una montaña en el Tíbet. Eso es una receta que no podrá funcionar por mucho tiempo ya que somos llamados a realizar un cambio positivo en la sociedad allí donde nos toque. Esto es como aportar un dedo de cooperación, y si todos aportamos un dedo, junto podremos mover montañas.
La meditación abre la intuición, que es una "habilidad" natural del ser, es esa vocecita interior que nos dice cuando algo es correcto sin necesidad de que intervenga el intelecto con su razonamiento. Lamentablemente esta vocecita interior a menudo no la escuchamos por la gran cantidad de pensamientos inútiles y las emociones negativas que hay en la mente. Entonces el primer paso para meditar es parar la mente, lo cual tiene que hacerse de a poco, porque sino sería clavar los frenos de un auto que viene a 90 km por hora.