Para tener una sana discriminación de que es lo correcto y que no en nuestro comportamiento debemos contar con un punto de referencia, algo que permanezca estable y constante y en lo que podamos ver nuestro reflejo como si fuera un espejo. Entrando en contacto y relación con este factor constante podemos deducir quienes somos nosotros y que es lo que le pasó al mundo.

Este factor es nuestra propia alma. Lo que pasa es que cuando recién tomamos un cuerpo en el mundo físico, experimentamos felicidad en su forma más pura porque no conocemos el vicio. El tema es cuando nos olvidamos de quienes somos (con la sucesión de los distintos nacimientos) comienza a decrecer nuestro nivel de pureza por identificarnos progresivamente con el cuerpo. Surgen así las cuentas karmicas. Estas cuentas son con nosotros mismos y con otros.
De esta forma la vida se hace más compleja y comenzamos a sentir el vivir como un "trabajo duro" con mayor frecuencia. Lo que realmente necesitamos con urgencia es recuperar el contacto con nuestra naturaleza y simplicidad original sin descorazonarnos. Eso se logra recordándonos gentilmente durante el día que somos almas, sin importar lo que estemos haciendo en ese momento. Volver al hogar, volver a la fuente. La fuente de todos los poderes y virtudes es el alma, pero no podemos conectar con el alma si seguimos viviendo una existencia materialista donde no haya cabida para el pensamiento espiritual.
Necesitamos disminuir la velocidad de los pensamientos y entrar en el espacio interior de silencio donde podemos experimentar esta verdad de quien y que somos (almas de paz, puntos de luz incorporal que brilla en el centro de la frente dotadas de mente, intelecto y subconsciente). Pero simplemente pensarlo durante el día, especialmente en "uno de esos días" (como la canción de Pink Floyd), se vuelve muy difícil por la velocidad a la que transcurren las situaciones y entonces caemos en los viejos hábitos debido a identificarnos con el cuerpo. De esta forma los vicios entran en acción (ego, apego, avaricia, lujuria e ira).
Por lo tanto necesitamos crear momentos de meditación, generar una rutina. Normalmente se recomienda hacerlo al principio del día, antes de entrar en contacto con nuestras actividades diarias y también una vez finalizadas nuestras actividades. Con esta pequeña rutina consigo desapegarme de las situaciones y la mente sola aprende a poner un punto final al exceso de pensamientos inútiles que generan preocupaciones y con los cuales nos descorazonamos con nuestro esfuerzo por ser más puro de corazón.
Lo maravilloso de la vida es que siempre nos da una oportunidad de arreglar mañana lo que ayer no salió tan bien. Mañana será otro día.