La ruta menos transitada es la del desapego y la renuncia ilimitada. Es la renuncia a lo que al viejo mundo físico. Cuando vine por primera vez al mundo tomé un cuerpo. Nací dentro de una familia. Pero probablemente a ti como a mí, nos ha tocado nacer en un mundo completamente distinto al que hay ahora. Eso implica que el cuerpo, relaciones corporales (incluyendo la familia), e incluso el mundo eran completamente distintos, o sea más puros y novedosos. Actuar en ese mundo generaba felicidad. Pero con el tiempo, esa felicidad se hizo más difícil de conseguir. Se hizo más condicionada por la materia que ahora está en su estado más bajo de energía.

El ser no necesita nada del mundo físico en ese estado elevado. Eso no quiere decir que no realice acciones, es más, el alma realiza acciones pero sin desear el fruto de la acción. Tendríamos que aprender un poco de este estado original del alma. El alma siente la armonía de todos y todo. Porque no conoce otra forma de ver las cosas. El alma es ignorante del conocimiento de los deseos. El mundo y las relaciones son como un espejo que le devuelven la imagen de su propia fuerza espiritual.
Pero ¿Qué pasa cuando el alma comienza a recibir un feedback que no es la felicidad? Esto sucede cuando olvidamos quienes somos y cuando olvidamos que vinimos a hacer al mundo. Olvidamos que la felicidad es el estado original del alma y comenzamos a aceptar el vicio y por ende el sufrimiento como parte integrante de la vida. Pero el alma es un punto de luz incorporal, en el centro de la frente, y sus cualidades originales son la paz, amor, poder, verdad y felicidad. El alma vino al mundo y tomó un cuerpo para experimentar estas cualidades. Por 2.500 años, el mundo era propicio para las almas puras, que no experimentan tristeza. Pero ahora, el mundo se ha vuelto viejo e impuro, a pesar de la ciencia y la tecnología (que hacen posible en la vida ciertas cosas que antes ni existían: Internet). El alma experimenta una batalla en su interior entre la pureza que todavía queda en su interior, que lo impulsa a vivir la felicidad como pueda, y el estado de desmoronamiento en el que pensamos: "qué sentido tiene esto de la vida".
Pero hay una solución. Dios, Baba, El Alma Suprema, ha venido a llevarnos de este océano de veneno en el que estamos metidos, a un mundo de paz y felicidad. El viene a traernos liberación y salvación. Cuando el alma esté lista para ir a alguna de estas dos tierras (El Hogar y el reino), dejaremos este mundo, pero nos iremos es paz, habiendo saldado todas nuestras cuentas. De esta forma recuperaremos la paz, amor, poder, verdad y felicidad que siempre quisimos tener y no sabíamos como encontrar. Pero esto implica un esfuerzo, el esfuerzo de volverse consciente del alma. Este es el único esfuerzo que nos garantiza que nos liberaremos de los demás esfuerzos arduos, aquí y ahora. En un segundo como dice Baba. Es como comenzar una nueva vida, o más bien, la misma vida, pero vivida en forma pura. La pureza es la madre de la paz y la felicidad.