En la profundidad del ser, más allá de la mente y el cuerpo, reside nuestra verdadera identidad: somos almas, puntos de luz incorpórea situados en el centro de la frente. No somos este cuerpo, ni las emociones que nos atraviesan, ni los pensamientos que surgen a cada instante. Nuestra naturaleza original es paz, amor y pureza, desapegada de las limitaciones del mundo físico, de la mente, el intelecto y los rasgos de la personalidad.

Sin embargo, a medida que nacemos y renacemos, nuestra conciencia se va cubriendo con capas de ilusión. Interactuamos con el mundo en la conciencia de cuerpo, identificándonos con nombres, roles y relaciones terrenales, cayendo así en el ciclo de la pérdida y la separación. Pero este proceso no es un error, ni una culpa personal. Es la naturaleza del drama del mundo, un juego divino que sigue un guion preciso y eterno.

En este momento, cuando la oscuridad de la Edad de Hierro alcanza su punto máximo, Dios, Shiva (El Benefactor), ha venido a despertarnos de nuestro letargo espiritual. A través de su conocimiento, nos recuerda que podemos liberarnos de las cadenas de Maya/Ravan, la conciencia de cuerpo, y recuperar la paz y la alegría de vivir.

Para ello, nos entrega la joya más preciosa: el Raja Yoga, el yoga supremo que nos convierte en reyes auto soberanos de nuestro mundo nuevamente. En este camino, no buscamos dominar a otros, sino recuperar el dominio sobre nuestra propia mente y sentidos, estableciendo todas nuestras relaciones con Él. Shiva es el Padre, el Profesor, el Sat Guru, el Amigo, el Ser Incorpóreo que nunca olvida su identidad, porque nunca entra en el ciclo de nacimiento y renacimiento.

Dios no viene en un cuerpo propio, sino que usa Brahma, su instrumento, para transmitir esta sabiduría eterna. Así como en el Bhagavad Gita, donde Arjuna es guiado por el conocimiento divino, hoy nosotros somos llamados a recordar nuestra identidad espiritual y reconectar con el Hogar Supremo.

Ese Hogar, la Morada de Luz Pura, se encuentra más allá de este mundo de imagen y sonido. No es un espacio físico, sino una dimensión de paz, silencio y pureza absoluta. A través del Raja Yoga, podemos experimentarlo, recordándolo mientras realizamos nuestras acciones cotidianas. Esta práctica nos ayuda a limpiar nuestra energía, a sanar el alma y a recuperar la grandeza perdida, preparándonos para entrar en la Edad de Oro.

Cuando recordamos quiénes somos en verdad, dejamos atrás las limitaciones y regresamos a nuestro estado original de felicidad. Ahora es el momento del despertar. Ahora es el tiempo de volver a casa.

Te dejo un video de nuestro compañero Enrique Simó de España, de esta mañana, acerca de este tema. Espero que lo disfrutes y hasta la próxima.