El alumbramiento, es un proceso que lleva aparejado la sustitución de la satisfacción de las necesidades del niño por parte del cordón umbilical que une a la madre e hijo y el inicio del contacto del bebé con el exterior. Más recién después de 8 meses, según la ciencia, el neo natal tomará conciencia de que está separado del pecho de su madre y esto le generará un conflicto que a veces los tiene a mal traer.

No obstante, es necesario que el niño pase por esta situación traumática para su propio crecimiento, pero no es necesario que sea tan traumática; y quienes pueden contribuir a qué así sea son, por supuesto los padres, más también el entorno en general de la criatura. El entorno en general jugará un papel preponderante en toda la vida del ser humano, sin ofender a los que creen que se puede vivir completamente desapegado de la historia familiar y sus consecuencias. Diría yo que este factor familiar, tiene un impacto tanto o mayor que el propio ADN.
Pero no lo digo yo, por ejemplo, cito un artículo del sitio MedinePlus al respecto:
“El motivo por el cual la historia familiar puede ayudar a predecir el riesgo es que las familias comparten sus genes, así como otros factores que afectan la salud, como el ambiente, el estilo de vida y los hábitos”.
Además, la historia familiar, puede hacer inmune a un individuo en pleno desarrollo a los abusos, pero tampoco es normal que un niño no tenga un padre o tutor en quién deposita su confianza y con el que se sienta escuchado. Normalmente es un familiar, aunque a veces se ha visto que algunos jóvenes sustituyen esta figura con los padres de su mejor amigo por ejemplo.
La familia debería ser el núcleo primario de contención del infante, no obstante, hoy en día la familia está bastante fragmentada, algunos vienen de visita otros no, algunos frecuentemente, otros casi nunca. Pero lo digo por experiencia propia. Más vale calidad que cantidad, además esto de la calidad y no la cantidad, hace a la persona más independiente y la motiva a formar vínculos entre sus pares del colegio, el club, etc.
Tampoco es bueno, que exista demasiada familiaridad entre padres e hijos, me refiero a que en su defecto, es esperable que exista cierto respeto de la figura paterna y evitar caer en algo común que se da hoy y es buscar ser “amigos” de nuestros hijos. Varias veces he observado que hay conflictos de intereses que son inevitables y hasta necesarios para que haya un crecimiento de hijos, y porque no de los padres.
La sobreestimulación digital
Otra situación de la cuál son víctimas los jóvenes y no tan jóvenes de hoy es la sobreestimulación digital, hasta el punto de generar una adicción a las pantallas. Mi cuñada por ejemplo, trata de reducir al mínimo la exposición a las pantallas de su hijo, lo cuál es un desafío sobre todo cuándo estamos tentados de poner al bebé frente al “chupete eléctrico” cómo decía una profesora mía del secundario.
Si queremos sociedades más sanas, debemos empezar desde las bases, y estas se asientan en los primeros 4 años de la vida del ser humano. En ese momento es que se crean las improntas más fuertes, cómo dicen los antropólogos. Queda claro una vez más porque es tan importante para el desarrollo del individuo, la historia familiar.
Conclusión
Es cierto que muchas veces no podemos escapar del entorno que nos tocó, y/o procurarle un ambiente menos tóxico a aquellos niños y jóvenes que no lo tienen, pero más cierto es que podemos cómo sociedad brindar contención y apoyo para que la experiencia de vida de tales indefensos sea más pacífica y feliz.
Aquí entra la espiritualidad, cómo un complemento de los otros dispositivos que funcionan y muy bien en nuestro país. Por ejemplo, enseñar meditación en las aulas y en los comedores escolares. Inspirar la práctica de disciplinas energéticas cómo el tai chi y el chi kung entre otras.
Y por supuesto, procurar que a estos niños y jóvenes, no adolezcan de las necesidades básicas para su crecimiento y posterior inserción en la sociedad a través de una solidaridad más mecánica. Lo cierto, es que cuánto más educación hay, menos necesario se hace imponer nuestra voluntad, y de esta forma se genera un concenso que hace posible el diálogo.