Se feliz, sin importar lo que pase
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Se feliz, sin importar lo que pase

Ayer viernes, en la tarde, salía del metro cómo cada tarde, escuchando música en los auriculares y cómo siempre caminaba hacia la estación del tren para hacer trasbordo cuándo de repente la música en mis auriculares comenzó a hacer ruido de interferencia cómo cuándo me alejo del celular dentro de mi casa y el bluetooth llega al límite de su alcance, lo cuál me pareció raro porque estaba supuestamente a unos pocos centímetros del celular que siempre llevo en el bolsillo de mi mochila, y de pronto, de repente, un hilo de transpiración pareció correrme por la frente… y me sobresalté, hasta tal punto que además me saqué con fuerza los auriculares perdiendo una de las almohadillas que van a la oreja. Mi pesadilla se había hecho realidad, el bolsillo de la mochila estaba abierto y el celular faltaba. Me la habían abierto.

Foto, Fuente: Pixabay

Pregunté a los comerciantes de la cuadra e incluso a una comensal que degustaba un sandwich a la calle de un local gastronómico y nadie había recibido ni había visto mi celular. Finalmente volví a la estación del metro y pedí hablar con el policía de la estación, quién muy amablemente me explicó lo que nadie me había podido explicar en una manzana a la redonda, y era cómo debía proceder. El uniformado buscó en el mapa de su teléfono la sucursal de mi compañía de celulares más cercana, y además también me facilitó la dirección de la comisaría que estaba a 2 cuadras de dónde había sido el ilícito.

Lamentablemente llegué 24 minutos tarde a la sucursal, lo cuál noté porque el guardia de seguridad del local me habló desde la rendija que dejaba la puerta de vidrio que mantenía cerrada. Viendo su actitud pensé que no tenía mucho sentido insistir más logré que me diera un papelito con el número de teléfono, me dijo que llame desde una cabina telefónica, pero ya casi no existen ya las mismas en la ciudad, supongo que fue una ironía de su parte.

Cuándo pude bloquear mi celular y hacer la denuncia policial fui a mi casa y comprobé que el daño no había terminado ahí porque lamentablemente también habían hecho compras y transferencias bastante elevadas con mi móvil. Finalmente intenté cambiar todas las contraseñas que me permitieran las escasas energías que me quedaban a la 1 de la mañana y luego de haber batallado toda la tarde con el shock y el dolor de cabeza que me dejó este mal paso.

Hoy me levanté y ya con la luz del sol y la luz del alma descansada, pude terminar de cambiar las contraseñas casi del todo y me queda, junto con conocer el resultado de la entidad crediticia que me entregó la tarjeta con la que cometieron el fraude, hablar con el seguro para solicitar la ejecución de la cobertura, pero no sabe lector y lectora, que indefenso, que desnudo, que minimizado me sentí sin el celular. Y ya hablando en general, cuánto daño podemos sentir que nos hacen sino comprendemos que no es nada personal contra nosotros. Además, cómo siempre decimos, afortunadamente no hubo violencia.

La razón por la que decidí compartir el anterior relato con usted lector/a es porque a veces las situaciones desgraciadas nos pueden hacer sentir cómo decía más arriba, shockeados, descolocados, e incluso que la vida, aunque sea momentáneamente, pierde sentido, pero esto nos puede pasar si no estamos preparados espiritualmente.

Las prácticas espirituales cómo la meditación, el trabajo con las energías más elevadas del ser y su canalización adecuada para un óptimo intercambio de nuestros dones con el mundo y su entorno, nos liberan más rápidamente de las emociones negativas que nos pueden acechar cuándo nos ocurren cosas cómo las que me ocurrieron ayer.

Otro insight que me viene a la mente, es la capacidad de resiliencia que tiene naturalmente el ser humano, siempre me gusta recordar la frase bien conocida: “el tiempo cura todas las heridas”. El lunes telefonearé al seguro, y de a poco podré reponerme de los costos de la rapiña pero cuándo me conecté a la clase de meditación diaria a la que asisto virtualmente, la disfruté cómo si cada palabra pronunciada por la profesora fuera un néctar de felicidad, felicidad supra sensorial. Lo que duró la clase ya casi no recordé el desafortunado hecho, y hasta cuándo terminó la clase me dieron ganas de escribirle a ustedes, para que además de exhortarle lector/a que tenga cuidado con sus pertenencias en la calle, dejar plasmado en este escrito, que la felicidad está en las pequeñas cosas y en los detalles que damos por sentados en nuestro día a día.

Otra cosa que me ayudó y que me ayuda es mantener la mente ocupada.

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