En la bici no saben lo que me pasó ayer
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En la bici no saben lo que me pasó ayer

Ayer en la mañana, una de las tantas mañanas de frío a las que nos tiene acostumbrados agosto, iba en mi bici, con el nublado cielo como marco.

Mire hacia atrás para chequear el compartimiento que tengo anexado en el vehículo y cuándo volví a mirar al frente tomé conciencia de que la barrera del tren estaba bajando, y aunque llegaba tarde, era inútil tocar bocina. No íbamos a poder avanzar más.

Foto, fuente: Pixabay

En un instante pensé... ¿Qué pasaría si con mis pensamientos, pudiera recrearme un un paisaje florido, cómo de un bosque encantado?

De pronto, el clima denso de disipó y en su lugar, las nubes dieron paso a una amplia variedad de aves que nunca había visto. Los árboles de la acera se transformaron en arbusto y las mariposas posadas sobre sus frutos, daban aspecto multicolor al verdor de sus tallos.

En un momento mágico, las vías ya no eran vías, ahora había un arroyo de aguas cristalinas y perfumadas con no se que maravilloso aroma del paisaje.

Pronto comprendí que mis pensamientos, lejos de tener un valor nulo, podían transformar la piedra en vida, el cemento en un vergel.

Y mi bicicleta... en un unicornio. Y me elevé y así montado en sus alas fui dejando el suelo verdoso atrás; y ni necesité una correa para dirigir a mi animal, con un pensamiento y mi imaginación, cuándo quise volver a tierra, aterricé en mi bicicleta, justo cuándo la barrera se abría dándonos paso junto con los demás vehículos para continuar mi travesía hacia la clase de taichi.

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