Cuándo vamos a las mezquitas o templos, nos sentamos junto al Padre en nuestro corazón y pedimos por paz y felicidad, más debemos también crear las condiciones para que ese influjo de paz y felicidad pueda ser captado por el radio de nuestro intelecto y para eso tenemos que elevar nuestro pensamiento, hacerlo muy puro y elevado, hasta tal punto que con nuestro tercer ojo, el ojo del alma, podamos captar sus vibraciones.

Un padre y/o madre no puede ver sufrir a sus hijos, lo mismo pasa con Dios, Nuestro Padre Espiritual, El Padre del alma, que nos conoce y conoce el ciclo completo de nuestros nacimientos y renacimientos. El no Es Omnisciente porque no conoce los detalles de lo que hacemos a dejamos de hacer en nuestra vida cotidiana, pero está conectado con la esencia de lo que pasa en nuestro mundo y con lo que ciertas personas que tienen un papel muy especial realizan. Esas almas son las manos derechas del Padre y son los instrumentos que está usando Dios para transformar el viejo mundo en un nuevo mundo, puro, El Paraíso.
El Árbol de la Humanidad

Dios, Nuestro Padre, es la Semilla del Árbol de la Humanidad. Dicho Árbol comienza, cómo todo árbol, con un tronco, que simboliza las dos religiones de la Edad de Oro, las que está estableciendo en este momento. Estas religiones son la de las Deidades y los Guerreros, que corresponden a la Dinastía del Sol y la Luna respectivamente. Estas dos dinastías se desarrollan a partir de la mitad del ciclo de la humanidad, o sea 2.500 años.
Hablar de la Humanidad de ese momento es hablar de almas extremadamente puras y completas, con todos los poderes y todas las virtudes, con abundancia de todo para todos. Cuándo termina esta primera mitad del ciclo viene la mitad, o sea 2.500 años más, dónde comienza el mundo cómo lo conocemos actualmente, con sus guerras y conflictos, con sus divisiones y polaridades, dónde el mal que habita en todos los rincones del mundo es muchas veces un reflejo del mal que habita en el corazón del hombre.
Este mundo necesita de los preceptos religiosos para que el alma tenga un "tutor" que lo guíe en sus decisiones, que lo apoye al momento de seguir por el camino del bien, y que lo remunere por haber hecho el bien, y que esté organizado en un sistema y codificado. Esto es lo que motivo la necesidad de las religiones, y en buena hora que estas surgieron. Son las que evitan que el mundo sea tomado por el mal. Lo que pasa es que estas religiones, a veces tienen preceptos muy rígidos e inflexibles.
La Meditación el mejor complemento de la Religión
En mi caso por ejemplo, no fueron suficientes los preceptos de la religión del catolicismo, que es mi religión de este nacimiento, para experimentar paz y felicidad, sino que busqué una fuerza extra que me permitiera aplicar el bien, incluso, cuándo todo a mi alrededor parecía opuesto a mi resolución, cuándo los propios limites de la conciencia apretaban por el exceso de raciocinio e intelectualidad. Dicho poder "extra" dicha fuerza pura y a la vez positiva la encontré en la meditación. Particularmente en la meditación Raja Yoga, que practico desde hace 25 años.
Te dejo un enlace a "Un centro cerca tuyo" para que tu puedas también experimentar los beneficios de esta técnica de meditación maravillosa, y lo mejor es que todas las actividades de Brahma Kumaris, son libres y gratuitas. Allí probablemente encuentres la forma de tener una relación con Dios, Nuestro Padre, El Re-Creador del Paraíso y probablemente la próxima vez que vayas a un templo, iglesia, e incluso a un cementerio, recordarás que la paz de tus meditaciones puede hacer mucho más por ti que cualquier experiencia física que podamos tener nosotras las almas aquí en el mundo físico.