Un ángel está en un estado más allá del cuerpo, pero a la vez, sirve al mundo, con una conciencia luminosa. Un ángel, no es ni hombre ni mujer, un ángel, solo adopta una forma para servir a sus hermanos las almas. Un ángel vive libre, sin las cadenas de la carne, volando. Con las alas del celo y el entusiasmo.

Un ángel, mora en el cielo, no pone los pies sobre este mundo físico, por más que su forma física esté ubicada en la cuarta coordenada. Un ángel, descansa en el regazo de Dios, su Padre. Un ángel, no grita, ni es fuerte o injusto con las palabras, maneja energías sutiles que salen directamente de su ser y llegan directamente a aquellos con quienes se desea comunicar.
Un ángel recuerda siempre su propósito, ser un instrumento de Dios, para elevar a las almas a su estado de dignidad, y siempre actúa en tal sentido en la tierra, aún en situaciones que parecieran ordinarias. Su sola presencia transforma algo ordinario, en algo extraordinario. Un ángel, vive de acuerdo a la Ley del Cielo.
Cuándo toda la humanidad sea reestablecida en su estado de máxima pureza, legiones de ángeles guiarán a sus hermanos las almas hacia La Morada de la Paz, y allí permaneceremos, todos juntos, descansando, junto a Nuestro Padre.