Si permito que el exceso de pensamientos inútiles absorban mi conciencia, no tendré poder de decisión y será imposible controlar la mente. Los pensamientos correrán detrás de los órganos de los sentidos. Seré maravillado ahora por una cosa y al siguiente momento por otra. Nunca hemos tenido un índice de distracción tan elevado como ahora.

Se calcula que cada 11 minutos pasamos 1 distrayéndonos y los destinatarios de nuestra atención son aquí nuestros “juguetes tecnológicos”. El resultado de la perdida de atención y por ende de control de nuestros pensamientos hace que nos volvamos marionetas de la industria del entretenimiento, y que nos olvidemos de quienes somos y de cuál es nuestro propósito en la vida.

Nuestra meta se vuelve entonces acumular lo más posible experiencias de placer físico, lo cual genera dependencia y adicción y cada vez necesitamos una “dosis” mayor de nuestra droga para satisfacer el hambre de emociones. Emociones que nos distraen de la creciente inseguridad que nos produce no saber que somos seres espirituales.

Que nuestra verdadera condición es la de amos de la mente, cuerpo y riqueza y no esclavos de los mismos. Sólo podremos experimentar verdadera felicidad, es decir felicidad supra sensorial cuando recuperemos la capacidad de permanecer satisfechos sin importar la circunstancia que nos toque afrontar en la vida.

Para esto tenemos que cambiar el eje de satisfacción de nuestras necesidades y así dejar de buscar satisfacción a través de las cosas físicas y limitadas y en cambio conectar el intelecto con la fuente interna de poderes y virtudes espirituales. Esta fuente es la paz que se encuentra en el centro de mí mismo. Para conectar con esta fuente la meditación se hace indispensable y es el método más eficiente.