Los tres órganos del ser son la mente, el intelecto y el subconsciente. Cuando la mente se alimenta de pensamientos positivos y puros no hay límites en cuanto a sus posibilidades. Lo que pasa es que al estar circunscriptos a la experiencia de lo corporal como la última realidad entonces se pierde mucho potencial que vendría de lo intuitivo, lo que los hindúes llaman el tercer ojo.

La vida cotidiana nos fue haciendo de a poco animales de costumbres, costumbres que si analizamos un poco no siempre nos traen la felicidad. Pero no tengo porque aguantar las cosas que no me hacen bien. Actuar con un intelecto limpio y con el poder del silencio (silencio mental, no solo del ambiente físico) hace que nuestro subconsciente se libre de los hábitos malsanos que traemos del pasado y nuestro poder de tolerar las situaciones adversas aumenta notablemente.

Estos hábitos los podemos corregir a través de darle el poder a nuestra vocecita interior que es la voz de la intuición y que podemos escuchar a través de la sintonización con el ser interior en la meditación. De esta forma, con un intelecto más refinado, con capacidad de escuchar también a la intuición, tomo decisiones acertadas para evitar el dolor y encontrar el placer de vivir.

Eso no quiere decir que ya no vendrán problemas, lo que pasa que al no identificarnos con ellos, ni con las consecuencias que ellos traen me vuelvo un amo de mí mismo, y encuentro el poder espiritual para saldar esa cuenta. Cuenta que seguramente traigo del pasado.