Para que la gente te ame realmente tienes que darles algo verdadero, es decir algo de valor. Valor espiritual. Y para de valor necesitas estar desapegado, es decir sin ninguna expectativa con respecto a los demás.

Lo que estoy diciendo es que tienes que tener desinterés ilimitado en lo que otro pueda darte. Sin deseos de recibir nada a cambio al dar. Solo concentrarse en servir a tus hermanos. La paradoja es que este enfoque en el dar me garantiza que reciba amor, en forma ilimitada de todos. Relacionándome con los otros sin ver su expresión superficial sino viendo la arquitectura profunda del corazón del otro, es decir sus valores espirituales.

Los valores espirituales son algo que está internamente, muy en lo profundo del ser. Sin temor a equivocarme digo que el mundo se sigue sosteniendo en pie por lo que hay de valor en lo profundo del corazón del ser humano. La arquitectura de este mundo es frágil, deberíamos reemplazar los puentes entre países por puentes humanos que nos conectan entre nosotros y que son estos valores.

En definitiva las situaciones pasan, las personas queridas se van, pero lo único que nos queda es el recuerdo amoroso de aquello profundo y significativo que compartimos con aquel que se va. Y así está hecha la cultura, por el legado de personas.  Personas que quizá no llegaron a ser tan importantes o reconocidas a nivel mundial, pero que con su ejemplo y su buena conducta fueron marcando nuestro camino.

El amor une, en el amor encontramos que todos formamos una unidad. Desde lo alto del cielo, más allá de la atmosfera de nuestro planeta no se ven las divisiones entre países y personas. Se ve una hermosa masa azul y verde, la cual fue legada por los que nos precedieron y tenemos la obligación de entregar a nuestros descendientes en la misma forma en que la recibimos.

Como diría Ken O' Donnell en su libro Endocalidad ¿Seremos parte de la solución o del problema?  Las futuras generaciones esperan la respuesta.